Tuve un sueño de reconciliación.
El malandro que me robó el carro. El que estafó a mi amigo. El que agredió a la vecina. Ellos y muchos otros, fueron atrapados y enviados al centro experimental.
El sitio es nuevo, bien acabado, con paredes blancas relucientes. Adentro, pareciera un centro vacacional. El área de residencias, cuenta con habitaciones para cuatro personas y baño interno. Las áreas comunes: comedor, sala de estar, biblioteca, sala de entretenimiento, teatro, enfermería, son todas agradables y limpias. Hay caminerías entre cada uno de los módulos, con mucha vegetación.
Los “detenidos” fueron recibidos por el equipo completo, impecablemente vestidos, con respeto. Se les trató con dignidad. Lo primero fue asearlos: un buen baño completo. Barbería, tratamiento de la piel. Un equipo de especialistas se ocupó de su apariencia.
Inmediatamente fueron pasados a un amplio salón en el que se les dio a escoger su vestuario, de lo más variado: deportivo, conservador, popular, al gusto de cada quien. Ropa nueva, colorida y de buen olor.
De allí, al buffet. Un desayuno a escoger, café, chocolate, jugos naturales, frutas surtidas, cereales, huevos en diversas presentaciones. Por parte de los anfitriones, ninguna señal inusual, como si se tratase de una actividad normal y rutinaria.
Los “detenidos” se miraban unos a otros, asombrados, en silencio.
Siempre con respeto, fueron pasados, uno a uno, a la enfermería. Se les examinó, se conoció sus dolencias, que fueron tratadas de inmediato. Un examen de laboratorio completo fue realizado a cada uno, se les abrió un expediente médico.
Nunca fueron reprimidos, ni tratados con dureza. Incluso cuando alguno reaccionaba, por costumbre, con violencia.
Así fue la mañana. Muy ajetreada y sorprendente para los “huéspedes”. Casi no hablaban, no comprendían lo que les sucedía. Una actividad tras otra no daba tiempo a entablar conversaciones. De un asombro, pasaban al siguiente.
Llegó la hora del almuerzo, igualmente a la selección, un bufet para escoger entre diversos tipos de platos. Sopas, platos preparados, postres, café y té. El personal los atendía con amabilidad.
A las dos de la tarde fueron pasados al teatro. Se les presentó un documental sobre el programa de reconciliación. Se inició con una imagen de algún lugar de África…
“Cuenta la leyenda que, en una tribu de África, cuando una mujer se entera de que está esperando un hijo, corre a decírselo a las otras mujeres. Ellas creen que cada persona tiene una canción muy suya, la Canción de la Vida. Por eso, unos días más tarde, al amanecer, se adentran en la selva para descubrir, juntas, la canción de la nueva criatura.”
Una comunidad rural es mostrada, con sus actividades comunitarias. Una madre embarazada…
“Cuando la madre está embarazada, enseña la canción del bebé a la gente del lugar, para que cuando nazca, las ancianas y quienes estén a su lado, le canten para darle la bienvenida. Y así lo hacen. En el momento en el que el bebé nace, todos le cantan su canción.
A medida que el niño/a va creciendo, cuando se lastima o cae o hace algo bueno, como forma de honrarlo, la gente de la tribu canta su canción.
Pero si, por lo contrario, el niño/a hace algo malo o comete algún error grave, lo llaman al centro del poblado y la gente de la comunidad lo rodea. Entonces, le cantan su canción.
Esta tribu africana cree que la forma de corregir un comportamiento antisocial no es el castigo, sino el amor y la recuperación de la identidad.”
La imagen se va desvaneciendo, y es sustituida por la de un barrio cualquiera del mundo periférico. Calles polvorientas, casas de madera, cloacas a la intemperie, niños descalzos en la calle… La canción permanece, una canción de cuna…
Y tú, hermano, ¿En qué lugar del camino perdiste el rumbo?...
Luego se encendieron las luces y se presentó la directora del lugar, una elegante mujer en sus cincuenta.
- Sean ustedes bienvenidos. Esperamos que todo sea de su plena satisfacción. Nuestro personal está a su disposición para cualquier queja o sugerencia.
Un silencio sepulcral. “¿Estaré soñando?”, “! Me han traído al lugar equivocado !”, “Se equivocaron conmigo, ¡ tengo que decirles ¡”. Esos y similares pensamientos cruzaban por las mentes de todos los “detenidos”.
- Antes que nada, quiero pedirles disculpas.
Ya era el colmo. Muchos de ellos son seres resentidos con la sociedad, sin sentimiento de responsabilidad. Pero, de allí a pedirles disculpas, hay mucho camino. “¿Qué está pasando?”. Ahora soy yo en mi sueño quien se pregunta…
- Les pido disculpa en nombre de toda la sociedad, por lo que hemos hecho de ustedes – continuó la directora. – De todo corazón, lo siento. Les pedimos perdón por haberlos excluido, por haber hecho de ustedes lo que son, por haberles negado su derecho a ser parte de una familia, de una sociedad… Les damos gracias por estar aquí… Este es un plan voluntario… Sí, hasta ahora han sido traídos sin consultarles, pero a partir de ahora, pueden ir a una prisión normal si lo desean. Gracias si deciden quedarse con nosotros. Los amamos, ustedes se merecen un trato humano y digno. Esperamos hacernos dignos de su perdón…
El silencio era ensordecedor. Cien cerebros en shock no alcanzaban a entender lo que estaba pasando. La sorpresa era tal, que ni las lágrimas se atrevían a aflorar. Muchas experiencias intensas en tan poco tiempo. Después de las breves palabras de la directora, se abrieron las puertas del teatro, y se les permitió salir a pasear por los jardines, o ir a sus habitaciones. En la recepción podrían solicitar sus llaves.
Tenían libre acceso a todas las instalaciones del complejo de 200 hectáreas. Sólo había algunas restricciones: no podían salir del complejo, no se permitía ninguna comunicación con el exterior, ni el uso de drogas o alcohol, y cosas así.
De los cien seleccionados, algunos no pudieron soportar la experiencia. Tres parecían enloquecer, y tuvieron un episodio de violencia; pudieron ser sacados de allí cuanto antes. Uno no pudo soportar tanta amabilidad, y pidió ser llevado a un sitio en donde recibiera castigo, así lo solicitó. El resto, 96, quedaron allí, perplejos, para participar en el programa de tres meses. Dependiendo de los resultados, se les re asignaría a un centro de trabajo, a una ciudad de luz, a un centro penitenciario, según el caso.
En el centro experimental tienen plena libertad: pueden estudiar, trabajar, participar en talleres y cursos, o simplemente caminar por los espacios comunes. Sin coacción, cada quien va escogiendo su camino. Cinco especialistas en psicología, dos médicos, dos enfermeros, cinco docentes y otros especialistas, los atienden.
En mi sueño no puede ver ningún vigilante, guardia o persona armada. Pero si sistemas de seguridad en las instalaciones.
Fue allí cuando me desperté, no sé cómo terminaría un experimento así. Después me enteré que hay países en los que quienes han cometido algún delito, se les somete a situaciones similares, y están teniendo éxito.
En el nuevo esquema civilizatorio que estamos construyendo para sustituir a la modernidad, este tipo de procesos de reconciliación deberían ser seriamente considerados. En un mundo sin ejércitos, sin guerras, con oportunidades de estudio, de empleo y de inversión para todos, el sistema de justicia tiene que ser radicalmente modificado.
Necesitamos ratificar la Constitución Mundial para la Federación de la Tierra.