La ONU: ¿Sí o no?

Leopoldo Alberto Cook y Antonorsi, 22/09/2020

 

Con la celebración del 75 aniversario de la creación de la ONU hemos visto a los líderes mundiales expresarse acerca de la misma y los problemas mundiales. Todos coinciden en señalar la importancia de este foro, defienden los principios establecidos en la Carta de las Naciones Unidas.

 

Los rusos hablan de la necesidad de una multipolaridad genuina con generosidad. China de la Comunidad de Destino Común. Todos hablan de multipolaridad. Es evidente que se hace imprescindible contar con una instancia supranacional para resolver los grandes problemas del planeta.

 

Nosotros hemos dicho, y lo reiteramos, que la ONU no puede resolver los problemas mundiales. Decimos que la ONU es un “escudo ideológico” para la preservación de ese sistema. No creemos que se pueda “democratizar” esa institución, sino establecer un nuevo orden mundial democrático.

 

Hay mucha gente buena trabajando en la ONU, es verdad. La OMS (Salud), la Unesco (Cultura), PMA y FAO (Alimentación), PNUD (Desarrollo), UNICEF (Infancia), ACNUR (Refugiados), OIT (Trabajo), OACI (Aviación Civil). Y ciertamente tienen muchos programas buenos y necesarios.

 

Pero el problema no son ellos. Es la estructura. Sustituyendo la estructura de la ONU (Asamblea General, Secretaría General, Consejo de Seguridad, FMI, BM, etc.) por un Parlamento Mundial Democrático, en el que las naciones y los pueblos manden, y no las potencias, toda la organización de abajo puede ser reabsorbida.

 

Pero la ONU, tal como está constituida, no tiene la más mínima capacidad de resolver los grandes problemas mundiales. Al contrario, solo los ha agravado.

 

¿Por qué la ONU no puede resolver los graves problemas de la humanidad?

 

La ONU es una de esas instituciones fallidas que han dominado en los últimos cinco siglos de la edad moderna. Las Naciones Unidas fueron creadas por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial para asegurar su dominación continuada en los asuntos internacionales.

 

En la ONU, bajo una supuesta soberanía de la Asamblea General, se esconde una dictadura del Consejo de Seguridad, integrado por 15 miembros, de los que 5 son miembros permanentes, con derecho a veto, es decir, echar por el suelo cualquier decisión de los demás. Al Consejo de Seguridad le corresponden todas las decisiones fundamentales: decidir cuándo hay amenaza a la paz, conformar el Comité de Estado Mayor en las acciones militares que decida emprender en nombre de todos los pueblos del mundo, dar el beneplácito de quién será el Secretario General, nombrar los miembros de la Corte Internacional de Justicia y la Asamblea General no podrá recomendar nada mientras el Consejo de Seguridad esté interviniendo en una controversia.

 

Modificar la ONU desde adentro es imposible. Se requeriría realizar una conferencia convocada por los dos tercios de los miembros y de al menos 9 miembros del Consejo de Seguridad, pero se requiere, para su aprobación, la ratificación de todos los miembros permanentes (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia y China).

 

Es imposible lograr en esos términos un cambio democrático. Todo cambio debe contar con el voto favorable de los EE.UU. ¿Aceptaría ese país perder los privilegios del veto y de ser miembro permanente, poniéndose al par de las demás naciones soberanas?

 

Los ideales incorporados en la letra de la carta de la ONU, como la “prevención de la guerra” son negados por su estructura antidemocrática, pues en el Consejo de Seguridad los países dominantes harán prevalecer sus intereses. Desde el advenimiento de la ONU ha habido 130 guerras con más de 25 millones de muertes.

La ONU no ha logrado resolver, ni siquiera minimizar, los graves problemas de la pobreza, la desnutrición, la salud, la educación, los problemas ambientales.

 

La carta de la ONU se basa en la “independencia soberana” de sus Estados miembros, lo que impide la toma de decisiones vinculantes.

 

Este sistema mundial ha creado una red de instituciones como el Acuerdo General sobre Comercio y Tarifas (GATT), el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización del Comercio Mundial, diseñadas para mantener el estado actual de las cosas. Y cuando una de esas instituciones osa salirse del carril, el poder implacable del Complejo Militar Industrial Financiero actúa, como fue el famoso caso de Dominique Strauss-Kahn y Gadafi, cuando intentaron implementar en Libia los Derechos Especiales de Giro, en sustitución parcial del dólar, para las reservas internacionales de ese país.

 

Por todo ello, el nuevo orden mundial democrático debe venir de un proceso constituyente, como el propuesto por la Constitución para la Federación de la Tierra.

 

Sin embargo, eso no quiere decir que no se vaya a aprovechar todas las buenas organizaciones y la experiencia de la ONU. Una de las leyes aprobadas por el  Parlamento Mundial Provisional es la Ley 47: Ley de Integración de órganos de la ONU en la Federación de la Tierra, de modo de dar continuidad a lo bueno de la integración mundial.

 

Pero hay que cambiar la estructura superior. Con ella, la ONU es inservible para la humanidad. Con la Constitución Mundial para la Federación de la Tierra, podremos resolver los graves problemas que azotan a la humanidad, sólo así.

Leopoldo Cook
22 septiembre, 2020
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