La Constitución de la Federación de la Tierra incluye dentro del Parlamento Mundial una Casa de las Naciones. Pero la Constitución nunca define el concepto de “nación”. Simplemente dice que cada gobierno nacional nombrará o elegirá delegados a la Cámara de las Naciones de acuerdo con sus propios procedimientos. Esto presupone que una nación tiene un “gobierno”, al menos en la medida de alguna autoridad legítima que pueda nombrar o elegir delegados para representar a la nación en la Casa de las Naciones.
Pero el número y la composición de las naciones que pudieron haber existido cuando esas palabras fueron aprobadas en la Segunda Asamblea Constituyente en 1977 es diferente hoy, y no hay razón para que no lo sea en el futuro. ¿Hay agrupaciones culturales o religiosas que podrían querer convertirse en naciones con el propósito de representación en la Casa de las Naciones? Por supuesto que los hay. La Constitución de la Tierra crea un mundo de solidaridad y amistad entre las naciones y los pueblos, y por eso su espíritu es inclusivo. Su idea básica es incluir y potenciar la maravillosa diversidad de la humanidad dentro de un marco dedicado al bien común de todos.
Nuestra humanidad común, que vive en nuestro Planeta Tierra compartido, está compuesta por innumerables culturas, razas, etnias, idiomas, ideologías y personas individuales. La Constitución de la Tierra abraza y protege esta diversidad precisamente porque une a todos en una solidaridad que ya no opone estas diferencias entre sí bajo el falso pretexto de que son de alguna manera inconmensurables entre sí. Existe una multiplicidad de naciones y agrupaciones, todas diferentes entre sí. Cada nación única puede y debe aportar algo especial a la sinfonía de la humanidad. Aquí es donde deberían estar el nacionalismo y el patriotismo.
Así como en la vida individual el enemigo de la acción moral que contribuye al bien común de la humanidad es el egoísmo, así el enemigo de la solidaridad de la humanidad es el egoísmo nacional. Históricamente, la mayoría de las naciones han actuado por lo que consideran “intereses nacionales”. Estos intereses a menudo toman la forma de una relación depredadora y explotadora con otras naciones. Los intereses nacionales se promueven a expensas de los demás. Han resultado, pueden continuar resultando en esclavitud, colonialismo, imperialismo, explotación económica y asesinatos sin fin. Estos “intereses nacionales” operan en conflicto directo con el bien común de la humanidad y el progreso común de nuestro proyecto humano divina y cósmicamente inspirado.
El verdadero nacionalismo, el verdadero patriotismo, significa la promoción no egoísta de las contribuciones únicas de la propia nación al bien común de la humanidad. Así como el egoísmo personal destruye la moralidad y nuestros deberes genuinos de servir compasivamente a los demás, el egoísmo nacional destruye lo mismo con respecto a la humanidad. El deber moral de una nación es hacer sus propias contribuciones únicas al bien de nuestro proyecto humano común.
¿Qué ha aportado EEUU a la humanidad en las últimas décadas? ¿Es la invasión y destrucción de Afganistán e Irak o es la lucha por la igualdad y las libertades civiles desde la época de la Ley de Derechos Civiles de 1964 hasta el presente? ¿Son los bloqueos económicos a Cuba y Venezuela los que causan hambre y miseria a los pueblos de esas naciones o la elaboración del internet que posibilita las comunicaciones globales instantáneas a nivel mundial? ¿Qué ha aportado Rusia a la humanidad en las últimas décadas? ¿Es la esclavitud de las naciones periféricas en sus fronteras al totalitarismo estalinista o es la revitalización cultural de sus maravillosas tradiciones universalistas provenientes de Dostoyevsky, Tolstoy, Berdyaev, Solovyov o Vernadsky? ¿Qué ha aportado la India? ¿Es el desarrollo de armas nucleares apuntado a Pakistán o es la promoción de la no violencia y el universalismo de Gandhi y la ayuda de la India para dar a luz a una nueva nación democrática llamada Bangladesh?
Así como en la vida individual el egoísmo es siempre el principio central del mal (generalmente a través de la lucha por la riqueza y el poder), así en la comunidad de estados-nación el egoísmo nacional es el principio central del mal (también generalmente la lucha por la riqueza y el poder). Pero todas las naciones son ricas en cultura, ideas y principios que pueden contribuir al bien común de la humanidad. Aquí es donde deben residir el nacionalismo y el patriotismo. ¿Cómo podemos contribuir como nación al bien común y la solidaridad de la humanidad en su conjunto? No se trata de ¿cómo podemos promover nuestros “intereses nacionales” (es decir, el egoísmo) a expensas de los demás?
Esto es exactamente lo que hace posible la Constitución de la Federación de la Tierra. El Parlamento Mundial concede el derecho al voto a la gente de la Tierra a través de la Casa de los Pueblos (por primera vez en la historia de la humanidad). Por lo tanto, une a todas las personas como ciudadanos votantes individuales en solidaridad democrática: participan en el gobierno del todo a través de innumerables contribuciones individuales. Así también, la Constitución de la Tierra hace posible que las naciones actúen verdaderamente moralmente por primera vez, porque también participan como naciones individuales únicas en el gobierno del todo.
El secreto aquí es en parte puramente estructural. La estructura actual de naciones absolutamente “soberanas” fragmenta a la humanidad entre fronteras militarizadas inconmensurables y alienta la competencia y rivalidad nacional de perro a perro. La Constitución de la Tierra crea una solidaridad institucional para la humanidad que fomenta todo lo contrario. Al igual que la tercera casa del Parlamento Mundial, la Casa de los Consejeros, que están explícitamente designadas para representar el bien común de todos, las instituciones de la Casa de los Pueblos y la Casa de las Naciones también animan a estos representantes a actuar moralmente, es decir, en nombre del bien común de todos. No acaba con el nacionalismo y el patriotismo, pero los alienta a actuar moralmente.
Nuestro proyecto humano divino, cósmicamente inspirado, es actualizar una civilización moral compasiva en nuestro Planeta en la que todos sean cuidados, respetados y empoderados, y ninguno excluido. Todas las personas deben empoderarse libre y democráticamente, al mismo tiempo que deben inspirarse para cuidar y empoderar no solo a sus vecinos sino también a la Naturaleza y la salud biosférica de todo el Planeta. Es lo mismo con las naciones. Deben estar empoderados para escapar de su actual fragmentación autodestructiva y participar todos juntos en el bien común de todos.
La Constitución de la Tierra es el siguiente paso en este proceso de autorrealización de nuestro proyecto humano. No suprime las naciones, sino que crea una estructura que permite que el nacionalismo y el patriotismo se expresen de manera inteligente, compasiva y moral. Es por eso que debemos actuar ahora para ratificar esta preciosa Constitución de la Tierra.