Vuelvo sobre el tema, dada su importancia. Un tema que debemos tratar de abordar sin prejuicios, tratando de vaciarnos de todas las ideas preconcebidas.
La soberanía es, según se entiende generalmente, el poder político supremo que corresponde a un Estado independiente, sin interferencias externas. En teoría política, la soberanía es un término sustantivo que designa la autoridad suprema que posee el poder último e inapelable sobre algún sistema de gobierno. Esta segunda interpretación es más general, y, en mi opinión, más acertada, pues la soberanía está más en la gente que en las instituciones.
La soberanía nacional la entiendo por extrapolación a la soberanía que tendría una ciudad-estado hace unos siglos respecto a la nación. Ahora la relación es de la nación respecto al planeta. Pareciera que, siguiendo esta extrapolación, todo aquello que trascienda a la Nación-estado debería estar fuera del ámbito de la soberanía nacional.
Recurrimos a Glen Martin para precisar el concepto:
“Tanto el sistema capitalista, como el sistema de estados nacionales soberanos, se desarrollaron a partir del paradigma de la modernidad temprana que comenzó a solidificarse en el siglo XVII… El concepto tradicional de "soberanía" se redefinió para ajustarse a este nuevo modelo atomístico… La soberanía de las naciones del mundo es un reclamo que no admite una ley superior a la suya y que otorga una prioridad incuestionable a los intereses nacionales, especialmente a aquellos considerados como "vitales", es decir, primero y, ante todo, la seguridad frente a la agresión extranjera, y en segundo lugar la prosperidad económica… El derecho internacional establece como primer principio que sus sujetos únicos son estados soberanos, y luego define a los estados soberanos como aquellos que no reconocen una legislación superior a la suya, anulando así su propia autoridad.” [1]
He escrito anteriormente que los Estados-nación, nacieron tras el tratado de Westfalia en Occidente en el siglo XVII (1637), que estableció el concepto de Estado-nación soberana. También he escrito que, aunque la Revolución Francesa devolvió la soberanía a la gente, los Estados-nación se apropiaron de la misma en representación del pueblo. Y que el problema con los Estados soberanos, la soberanía nacional, es que un Estado se considera que puede hacer lo que le convenga, así perjudique a otros. Sus ríos son suyos, y si los contamina, y esas aguas van a otros países, eso no es su problema. Y la ONU, por supuesto no puede hacer nada, porque es un encuentro de estados soberanos, que hacen acuerdos voluntarios de los cuáles se pueden retirar sin consecuencias.
La soberanía es, pues, una traba para un gobierno mundial federado, democrático, de los pueblos, que ponga fin al sistema de guerra.
También he dicho que bajo un sistema así no puede haber gobernanza mundial. Así como en un país las regiones ceden parte de su soberanía en el estado nacional, porque confían en él (y entregan la potestad de las relaciones exteriores, la fuerza armada, emitir dinero, etc.), así ahora los Estados-nación deben entregar parte de su soberanía a un Estado mundial, siempre que puedan confiar en él, que realmente sea democrático. He allí el problema: ¿Cómo tener un Estado mundial confiable y democrático?
La tendencia mundial no parece ser hacia la disolución o terminación de los Estados-nación. Atilio Borón[2], indica que “la Guerra de Irak también demuestra la falsedad de la proposición que declaraba la obsolescencia de las cuestiones territoriales… El supuesto irreversible desplazamiento de las antiguas soberanías basadas en los Estados nacionales territoriales hacia un espacio presuntamente supranacional, en el que se constituiría una nueva soberanía imperial despojada de cualquier vestigio estatal nacional y, por tanto, de cualquier referencia territorial o geográfica.”
El Estado-nación soberano tiene entonces vigencia política (en la práctica), aunque no vigencia histórica, en el largo plazo. El mismo Borón aclara que “Por supuesto que la forma del Estado capitalista ha cambiado en el último cuarto de siglo… Y entre otras cosas cita una creciente transferencia de derechos decisorios desde la soberanía popular hacia algunas de las agencias administrativas y políticas del imperio.”
Borón añade que “en la estructura imperialista existe un doble patrón de evaluación, un doble estándar: el que se utiliza para evaluar la soberanía de los amigos y aliados de los Estados Unidos; otro bien diferente es el que se usa para juzgar la de los neutrales o los enemigos. La soberanía nacional de los primeros debe ser preservada y fortalecida, la de los segundos debe ser debilitada y violada…. Los EEUU han repudiado cualquier instrumento jurídico internacional que signifique un menoscabo de su soberanía. “
Entonces, traigo esta reflexión: nuestros países periféricos, ¿son soberanos? ¿Es soberana Cuba, por ejemplo, cuando 191 naciones aprueban en la Asamblea General de la ONU el cese a su bloqueo, y una nación, poderosa, se ríe de la mayoría y lo mantiene? Bajo consideraciones similares: ¿son soberanas Nicaragua, Venezuela, Siria, Irak, Uganda, Libia, Vietnam, y cualquier otra nación periférica, en el sistema actual de gobernanza mundial? ¿Son soberanas, incluso, las naciones europeas, sometidas a las decisiones del Imperio?
Y los pueblos, ¿son soberanos, bajo el actual sistema mundial? ¿En cualquier país del mundo, incluido EE.UU? En Venezuela establecemos (artículo 5 de la Constitución) que la soberanía reside en el pueblo. Pero, ¿puede ser soberano un pueblo cuya nación no lo es?
Sólo habrá soberanía cuando exista democracia internacional.
Por eso he dicho que: “cada civilización, cada nación, tiene derecho a la autodeterminación, a la libertad de seleccionar su forma de organizarse, pero bajo un concepto de “soberanía” revisado, pues la soberanía de uno termina en donde comienza la de los demás”
Por todo ello, la soberanía es un concepto polémico hoy en día. Y eso me ha llevado a hablar de la “Táctica de Tarzán”: no suelta una liana hasta tener afianzada la otra. Los países periféricos no podemos renunciar a la soberanía nacional hasta tanto no desarrollemos una estructura internacional de poder que sea confiable.
El establecimiento de un gobierno mundial federado democrático en los término planteados por la Constitución para la Federación de la Tierra, plantea, como cualquier otro proyecto de gobierno mundial, varias dificultades importantes, como la eliminación de las armas de destrucción masiva para alcanzar una paz perdurable, el sometimiento de los poderes transnacionales a las decisiones de la gente y la resistencia de los estados-nación que se consideran “soberanos”, para sólo nombrar tres de los grandes problemas.
Sólo porque estamos en una inmensa crisis civilizatoria que abarca todo podrán seguramente darse las condiciones necesarias y suficientes para que un cambio se vuelva inevitable e irreversible.
La soberanía nacional abarca:
1. Derecho a legislar sin intervención o injerencia extranjera, la autodeterminación. Esto incluye la protección contra cualquier intervención foránea.
2. Derecho a disponer de sus recursos naturales, igualmente sin intervención o injerencia extranjera.
El punto 1, la autonomía, es relativamente fácil de saldar. Una nación es soberana para legislar sobre todo aquello que no trascienda sus fronteras, que no tenga efectos más allá de sus fronteras. En el momento en que algo afecta a otros territorios, pasa a ser competencia internacional, global. La única forma de darle tratamiento a estos aspectos es mediante un gobierno mundial efectivo, sujeto a un Parlamento electo democráticamente, como lo propone la Constitución para la Federación de la Tierra.
Un aspecto importante, si no fundamental, para garantizar esto, es la suspensión de todo tipo de armas de destrucción masiva, territorios de ocupación, bases militares extranjeras, etc.
Chávez nos hablaba, citado por Julio Escalona, de “soberanía solidaria”.
El segundo punto, derecho a disponer de sus recursos, es más difícil. Cada población aduce como propios los recursos naturales existentes en su territorio, este es un paradigma ampliamente incrustado en nuestra consciencia. Antiguamente cada ciudad tendía a considerar suyos los recursos en su ámbito, pero eso ya dejó de ser así, ya se consideran de ámbito nacional. La tendencia será, me imagino, a que en el futuro las “propiedades” nacionales tenderán a ser de carácter global. Pero en la transición viene la dificultad.
En esa dirección, es oportuna la respuesta atribuida a Cristovam Buarque, quien era Ministro de Educación de Brasil, ante este tema, a fines del siglo XX, que hemos citado extensamente en otro escrito.
Creo que la única forma de saldar esto es considerar un doble carácter: los recursos naturales del planeta son para todos los habitantes del mismo, pero deberán usarse para satisfacer en primera instancia las necesidades de la localidad. Bajo la Constitución para la Federación de la Tierra se organiza el planeta en Distritos Electorales, sin embargo, necesitamos definir un ámbito socioeconómico, más allá de lo electoral y civil y político, tal como la plantea PROUT a través de Unidades Socioeconómicas Autosuficientes manejadas democráticamente por sus pobladores. Estas unidades pueden coincidir con los límites geográficos de las actuales naciones-estado, o estas contener un número de ellas.
Concluimos que, mientras el Complejo Militar Industrial Financiero mantenga el control del mundo, mientras no derrotemos al neoliberalismo, el concepto de soberanía no podrá ser revisado.
Pero debemos también tener la mirada fija en el largo plazo, en la siguiente liana…