La Revolución del Amor
Leopoldo Alberto Cook y Antonorsi

Que las cosas toman la forma de las herramientas que usamos para construirlas, es un principio ampliamente aceptado.

Por ello, la revolución, la construcción de un mundo de Amor, sólo puede ser construida con Amor. Si no hay Amor en su construcción, resultará algo no sustentable, un cascarón vacío.

Una revolución violenta, a veces necesaria, dejará heridas que podrían tardar generaciones en sanar.

… Pero, a veces, la violencia es necesaria…. Pero con Amor.

¿Cómo así?

Mandela, merecido Premio Nobel de la Paz, analizó esto muy bien. ¿Duda alguien, incluso sus enemigos, de la altitud moral de este gigante? En su lucha contra el Apartheid analizó el uso de diversas formas de lucha. En la época en que la resistencia no violenta, su preferida, ya no era suficiente para vencer al régimen racista, no dudó en hacer uso del sabotaje, siempre que se minimizase el número de víctimas humanas.

Estoy seguro que este mega ser supo asumir sobre sí la carga karmática de las decisiones que tomaba en ese sentido, no rehuyó su responsabilidad, y las llevó a cabo con profundo Amor.

Mahatma Gandhi, de quien Einstein dijo que tal vez a las generaciones futuras les sería difícil imaginar que un hombre tal existió realmente sobre la Tierra, nos decía que la no violencia (Ahimsa) era el primer principio del Yoga, seguido por la veracidad y otros ocho. Pero que, en este mundo, estos sagrados principios son relativos. Y si por proteger de la violencia a un ser es necesario mentir, es éticamente necesario.  Gandhi aconsejó a un campesino, durante su larga investigación en la región de Champarán, que, si un terrateniente pretendía abusar de su hija, defendiera su dignidad con un fusil, si era necesario.

Buda lo dijo en forma similar, con la parábola del padre que engaña a sus hijos diciéndoles que les tiene fabulosos regalos, para hacerlos salir de la casa que arde en llamas, al no lograr hacerlo con la verdad.

Camilo Torres, sacerdote colombiano, quien predicaba una “caridad eficaz”, decidió, al ver frustradas las luchas pacíficas, tomar las armas con el ELN. Murió en batalla. Estoy seguro que al enfrentar al “enemigo”, a esos jóvenes soldados, pueblo como él, lo hizo impulsado con el profundo Amor, y supo asumir gallardamente la responsabilidad de su acción.

Incluso la iglesia católica, tan retardataria y retrógrada, ha llegado a reconocer la pertinencia de la “guerra justa y la insurrección revolucionaria en el caso de tiranías evidentes” (Populorum Progressio).

Por poner un ejemplo más cercano a la mayoría, en la película “El Nuevo Karate Kit”, cuando la chica (Hilary Swank) se enorgullece de que el señor Miyagui “pateó en el trasero” a los oponentes, éste, con vergüenza por haber recurrido a la violencia inevitable, le dice: “no debes luchar, pero si lo haces… vence”.

Miles de mujeres y hombres son ejemplo de heroica ética en este sentido. Podríamos escribir cientos de páginas.

Se trata de Amar al prójimo, sea amigo o “enemigo”. Y sentir horror a las acciones emanadas del odio, la avaricia, la intolerancia, el miedo, en fin, vengan de “enemigos” o de “aliados”.

Por ello, más que de atacar al “enemigo”, se trata de construir lo nuevo. Más que de luchar contra la oscuridad, se trata de llevar luz.

Y cuando, como Jesús, haya que tomar el látigo, que sea con una ira profética, santa.

Un líder revolucionario que se ve impelido a hacer uso de cierta dosis de violencia, lo hace solamente en caso extremo, y asume, si es posible, la ejecución de la acción con sus propias manos, para evitar la carga kármica sobre sus compañeros.

La lucha debe ser tan pacífica como sea posible, tan violenta como sea necesaria. La menor violencia posible, pues llevaremos su karma por décadas. Y lo construido con violencia, genera estructuras cargadas de violencia.

Requerimos un nuevo vocabulario, o darles nuevo contenido a las viejas palabras. En lugar de “luchar contra”, “accionemos por”. No “atacar”, ni siquiera “defendernos”, sino “llevar luz”, “concientizar”. El “enemigo” ya no es un enemigo, sino un ser que sufre en su oscuridad, no le debemos el mal, sino llevarle consciencia. No estamos en “guerra” contra el mal, sino en una misión por la luz.

Ilusos, utópicos, nos llaman algunos. Sí, pero utópicos prácticos, con esa utopía que nos señala el horizonte lejano y nos hace caminar.

Que las élites no van a dejar de recurrir a la violencia, nos dicen otros. Es cierto, está demostrado por la historia. Pero también está demostrado que los movimientos no violentos que se han enfrentado a la opresión, al triunfar, han generado sociedades más estables y justas, que aquéllas surgidas de revoluciones sangrientas. Y que aquéllas que han triunfado por la violencia, están condenadas a futuras reacciones violentas.

Qué esa lucha no violencia sólo puede dar resultados a largo plazo, también escuchamos decir. Cierto, ¡pero cuán estables son esos resultados! ¿Y no llevamos siglos en esta lucha civilizatoria? Así que la cosecha no está muy lejos.

Estamos en tiempos de cambio. El Universo está ante una Quinta Revolución y la Civilización humana ante un cambio civilizatorio sin igual. El “modernismo” está por ser trascendido por una nueva etapa histórica, que incluirá los avances de la anterior, pero trascendidos, con visión holística, social. La Revolución Mundial es en principio no violenta. Una era de paz, equidad y sustentabilidad está por abrirse, si ayudamos al parto.

Si las élites se oponen, serán barridas por la historia. Si es necesario, se usará la fuerza. Pero nuestra revolución es de construcción: democratizar las finanzas, la educación, la tecnología, para que el poder esté equilibrado, repartido entre la gente.

De allí las tres caras de la Revolución. La personal, la primera, la espiritual y ética. La segunda, la social, necesaria y justa. La tercera, la mundial, porque somos Uno. Tres caras que son una sola, indispensables todas como las tres patas de un taburete.

Si en tu corazón hay odio al enemigo, no estás en mi misma búsqueda. Si para ti la violencia es una forma de lucha necesaria, no estamos en el mismo lado.

No es fácil ser revolucionario no violento. El principal “enemigo” está dentro nuestro.

Leopoldo Cook
2 junio, 2021
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